“Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3)

Ser niño es una etapa de la vida, pero es sobretodo una manera de estar en ella. Ser niño es vivir conectado a un mundo invisible mientras vamos incorporándonos al de aquí, adaptándonos a él. El proceso implica cambios profundos, conquistas, pero también  la desaparición de aquel mundo invisible que inspiró espontaneidad, ingenuidad, alegría, confianza y asombro en nosotros, pues vivir era mágico…

Crecimos, nos hicimos seres adaptados, adultos; ganamos en años y experiencia al propio tiempo que  el niño que fuimos, aquel conectado al mundo invisible, se hacía invisible también… Aquel niño no desapareció, pese a todo; tan solo reaccionó ocultándose y sigue vivo en nosotros. Porque hay cosas que están hechas para permanecer y ésta es una de ellas. Tal vez esencial.

Hoy, día 5 de Enero. El bullicio y la alegría desbordada de días atrás ceden el paso a la calma y, lentamente, como atraídos por un imán nos adentramos  en la atmósfera infantil que envuelve a  la  Noche de Reyes…, símbolo por antonomasia de esa parte de nosotros que sigue siendo niño en un mundo mágico, pues  nos conecta a un profundo y poderoso sentimiento sin el cual nada seríamos porque es el fundamento que sostiene, nutre, protege e impulsa a la vida: se llama Amor y, como tal, existe aun si no lo identificamos o percibimos. La Noche Mágica, por un momento, despierta y actualiza en nosotros el sentimiento de que hay “algo providencial” mayor que nosotros que nos conoce, nos recuerda, nos nutre, nos cuida, nos alienta y nos ama como el  mejor padre/madre del mundo pueda amar a sus hijos; y que ese “algo” nos regala cada día la gracia de estar vivos y unidos. Unidos a la Familia, a la Humanidad, a la Creación y al Creador de todo ello.

Día 6 de Enero, nos sentamos a la mesa y ya parecemos otros… ¿Qué ha sucedido? Y la respuesta es simple: solo ha sucedido esto: “La Noche Mágica”, tan esperada; es decir, que éste ha sido  el suceso objetivo o acontecimiento, al que sigue y acompaña luego la subjetividad humana, nuestro sentir al respecto o  impresión anímica que apenas deja en el alma el recuerdo de algo pasajero, como una breve ráfaga de Luz que por un momento cubre al mundo de inocencia y ternura para luego disiparse dejándonos con nuestro viejo y arraigado sentimiento: ese que juzga o interpreta que la Noche Mágica ya ha tenido lugar, ya ha sucedido y en apenas unas horas volveremos a instalarnos en la rutina del tiempo lineal que archiva inmediatamente lo ya vivido; como si todo evento vivido hubiese dejado de estar vivo.

Y ante tal arraigado sentimiento general nacido de nuestro condicionamiento psíquico, de la vieja fe que nos señala culpables y no merecedores del Bien o lo Bueno, urge  despertar de una vez por todas y asumir que somos La Luz del Mundo, y no hijos del pecado.

Y es por ello que en este día 6 de Enero se nos brinda la gran oportunidad de revisar nuestra antigua creencia y sustituirla por la verdadera y ahora ya reconocida, que reitero con todas mis fuerzas: Que lo vivido no ha muerto ni puede morir, simplemente se incorpora a un mundo paralelo, a otra dimensión donde sigue siendo, aunque desde nuestra posición actual no lo podamos ver. La Noche Mágica que acabamos de rememorar nos conecta a un profundo y poderoso sentimiento sin el cual nada seríamos, porque es el fundamento que sostiene, nutre, protege e impulsa a la vida: se llama Amor y, como tal, existe aun cuando no se identifique o perciba. La Noche Mágica, por un momento, despierta y actualiza en nosotros el sentimiento de que hay algo providencial mayor que nosotros que nos conoce, nos recuerda, nos nutre, nos cuida, nos alienta y nos ama como el mejor padre/madre del mundo pueda amar a sus hijos; y que ese algo nos regala cada día la gracia de estar vivos y unidos.

La vida es una continua sucesión de Noches Mágicas en las que  cada uno de nosotros somos receptores y al propio tiempo portadores de regalos para otros, sean juguetes, o una llamada, una conversación, una sonrisa, o un abrazo… Que todo eso puede ser el mejor regalo de su vida para alguien que lo espera.

Tendré a mano los que he de repartir.

Félix Gracia (Enero 2024)

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