“Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza (…) Por eso no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar…” (Salmo 46)
En el mes de Marzo del pasado año 2020 y a propósito del comienzo de la “pandemia” provocada por el Covid, publiqué en mi página web varios artículos exponiendo mi opinión y sugerencias. Hoy, dos años después, siguen siendo actualidad, pues muy pocas cosas han cambiado, y dicha circunstancia me anima a recuperar y compartir con vosotros algunos aspectos de su contenido…
Decía así en aquellos días (Marzo 2020):
“Si formara parte de un guión…, si hubiera un propósito trascendente detrás de su apariencia… Si lo hay, en verdad… O, definitivamente: porque lo hay, habría que decir que el virus está cumpliendo el guión al pie de la letra.
Hace unos pocos días me referí a él, en tanto que “ser vivo con información genética”; denominándolo “mensajero” que viene de Oriente como portador de instrucciones para esta desorientada Humanidad, necesitada de rumbo, de destino y de medios adecuados al viaje que es el vivir. Lo concreté en una sola palabra: ORIÉNTATE, a modo de sugerencia (o de orden) dirigida a cada individuo, y al conjunto de ellos o Humanidad.
Oriente para la mayoría es un lugar en el mapa, una parte de la Tierra, una fuente de culturas, una idiosincrasia… Y lo es, ciertamente, como también es “donde nace o comienza la luz del día”, sinónimo de renacimiento y de consciencia. Pero Oriente es, además, una señal relacionada con la orientación… Poner la atención en Oriente, moverse hacia él, es buscar orientación en la vida: ORIENTARSE. Que sugiere cambio de posición, de dirección, de propósito… y quién sabe cuántas cosas más.
Hoy, el mundo entero tiene puesta su mirada en Oriente a causa de un “virus”: un ser vivo portador de material genético, con instrucciones, y no una “cosa” inerte. Un foco de atención, por tanto; y un mensajero para toda la Humanidad (antes que una amenaza de muerte) que deberíamos interpretar y cumplir. Porque forma parte del “plan” de la Evolución en el presente, que persigue un radical cambio de paradigma o modelo de civilización. Un “empujón” serio, de los varios que nos esperan.
No soy un iluso; no estoy fuera de la realidad, sino en ella. Completamente en ella. Por eso hablo de este modo y me aplico la lección: no basta ni sirven los intentos de proteger al cuerpo si no cuidamos antes y a la vez del espíritu y del alma, que se expresan a través de él. Y ese es para mí el mensaje: ”¡ORIÉNTATE! Despierta. Ponte en el sitio correcto, halla tu lugar y la dirección. Y actúa”. Un cambio en definitiva, un “viaje”, que siempre lo es al interior de uno mismo. Y un mandato de la Evolución, o servicio.
Y, ya ves. La primera y sonada consecuencia del virus es un “frenazo” global de la actividad en todos los ámbitos y sectores: una especie de “¡ALTO! ¡Deja lo que estás haciendo!”. Una contundente advertencia acerca de que “lo que estamos haciendo”, sea cual sea su fondo y su forma, “ya no toca”; que hay que cambiar y hacer algo diferente, “nuevo”. ¿Hay alguien con oídos para oír?
Una segunda, a medio paso de la anterior, es el acotamiento de espacios y la reconducción al tuyo personal, a tu casa. El “confinamiento” en tu hogar, en “tus adentros”, en ti… Una recomendación a la sociedad y una insistencia que va más allá del sentido de la prudencia y alcanza el rango de “visión acertada” del lugar donde se hallan las respuestas; allí donde te tienes que ubicar y permanecer, y mirar, y sentir… Hasta encontrar.
Y, una tercera, a la que me referiré en un próximo artículo, que merece ser llamada solidaridad, caridad… compasión…
El virus puede matar, y mata. Pero no es su finalidad. Su función es reveladora y suscitadora de un gran cambio del paradigma o modelo de civilización actual, en aras a un porvenir o “mundo nuevo” basado en nuevos valores, objetivos y medios.
Los viejos y actuales modelos de convivencia entre nosotros y en relación al Planeta están llamados a revisión, y no podemos permanecer ciegos y sordos a las evidencias sin pagar un alto precio en sufrimiento por ello. Toca “hacer”, con uno mismo y con los demás, como la tripulación que tiene en sus manos el destino de una nave”.
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Hoy, transcurridos dos años y mucho “marear la perdiz”, hemos hallado una palabra nueva para referirnos al virus: “ómicron”. Pues eso: una palabra que añadir a esa especie de “crucigrama existencial” montado por esta sociedad adormecida que prolonga el entretenimiento, aún no siendo un juego, “eso” que está en juego.
Sigo aquí, enganchado a la Vida que quiere ser vida humana.
Porque, en verdad: “Cuando el cielo está nublado (afirma el I Ching) lo natural es que llueva”.
Volveré. Aún en plena lluvia, volveré.
Félix Gracia (Diciembre 2021)