… Ellos respondieron: unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que un Profeta de los antiguos resucitado…” (Lucas 9, 19)

Año 1994, en la ciudad de Granada.

Y yo recién llegado a la tierra bautizada por el Darro, el Genil y las nieves de Sierra Nevada, derretidas. Granada, que evoca a una  espiga hecha de pequeños granos dulces y coloridos conservados al abrigo de una piel, como de vientre materno. Granada, de moros y  cristianos; de descendientes de aquel hijo llamado Ismael y del otro llamado Isaac, nacidos ambos de Abraham como dos ramas de un mismo  tronco; separados por los hombres pero unidos en Dios. Granada…

El sol se derramaba generoso sobre la ciudad aquella mañana de un día cualquiera, mientras yo caminaba cabizbajo por una de sus calles. Acababa de ser entrevistado en una emisora de radio, en calidad de escritor y conferenciante que visita la ciudad para presentar y hablar de su libro titulado Herederos de la Tierra.

Todo había fluido a lo largo de la entrevista, entretenida y amena, que tocó aspectos esenciales del libro, como la “mansedumbre”, que nos convierte en herederos de un Reino…, y Jesús, que es su inspirador y referente humano. Todo discurría como un grato paseo… Hasta que, ya cerca del final, al locutor/entrevistador se le ocurre lanzarme esta pregunta:

- Félix, ¿tú te sientes seguidor de Jesús?

¡Bueno, bueno…!. Verás, amigo: ésta es esa clase de pregunta simple, directa, sin rebuscamientos de ningún tipo, que se responde con un sí o un no. Sin más. Bueno, pues no veas las vueltas que le dí yo… No recuerdo lo que dije, pero sí recuerdo aquello como un ejercicio de malabarismo intelectual de  “indefinición”, camuflada tras una pantalla de  brillantez dialéctica: eso que denominamos escurrir el bulto o salirse por la tangente.

Con “eso” flotando en el ambiente concluyó la entrevista, y yo me fui a la calle con un nudo en el estómago, ganas de llorar a gritos y acusándome de cobarde; diciéndome a mí mismo que no había respondido a la pregunta,  que cómo había podido desaprovechar esa oportunidad de proclamar mi adhesión a Jesús, tan clara y presente en mis adentros, tan verdadera… ¿qué me había pasado? Me sentía ruin y cobarde; desleal a Jesús como aquel Pedro del evangelio que le negó tres veces. Así me sentía aquella mañana mientras caminaba sin rumbo, y con el nombre “Pedro” resonando acusador en mis oídos y en mi alma.

Había transcurrido ya un buen rato y todo seguía igual en mis adentros, incluso más angustiado si cabe, cuando un joven se me acercó diciendo: “Disculpe…,¿es usted Félix Gracia?” Yo le contesté que sí, claro, y comenzamos a hablar. Le expliqué el motivo de mi estancia en su ciudad, le dije que venía de ser entrevistado en la radio y que esa misma tarde ofrecería una conferencia y presentación de mi libro. Él se mostró muy contento y aseguró que  estaría presente en el acto. Nos emplazamos para ese momento y nos despedimos mientras él pronunciaba su nombre: “Soy Pedro”, a modo de despedida. “Pedro…”; y  yo me sentí “descubierto” y avergonzado tras esa sincronicidad,  como quien se mira ante un espejo y ve un rostro desconocido e indeseable.

Él se fue sonriente, y a mí me dio un vuelco el corazón: “Pedro”, el que niega a Jesús. Ahora sentido en mí.

Las horas de espera hasta la anunciada y pública conferencia las pasé fatal. Pero con la clara decisión de reparar lo acontecido. Y, con esas, aparezco en el escenario de la sala dispuesta  frente a un auditorio expectante…, y comienzo a hablar, diciendo…

“He venido a Granada para hablaros de mi libro, o eso creía yo. Pero esta misma mañana ha ocurrido algo y me siento obligado a cambiar el guión ajustándolo a lo que es verdaderamente importante, dejando el resto para después. Así que, os cuento lo de esta mañana…”

Pues bien, hice de mi relato una confesión pública, como quien necesita realizar un acto de justicia y sentirse redimido,  narrando mi experiencia en la entrevista radiofónica  -ya  descrita-  sin omitir ni disimular o dulcificar nada… Remarcando la precisión de la pregunta dirigida a mí por el entrevistador y mi filigrana lingüística a modo de respuesta sin responder, que tanto me pesaba…

Se hizo un silencio sobrecogedor en la sala. Respiré hondo y, como arrastrado por un vendaval, afirmé que volvía atrás situándome en aquel momento de la entrevista, cuando suena la pregunta: “Félix, ¿tú te sientes seguidor de Jesús?”… ¿te sientes seguidor de Jesús?  Y desde ahí respondo por entonces, ahora y siempre ante vosotros que estáis aquí y ante el Universo: “¡Sííí…! Rotundamente SÍ, me reconozco y declaro seguidor de Jesús”. Todo mi cuerpo temblaba de emoción, pero mi voz…, mi voz sonó con la fuerza de un volcán.

Sucedió, como digo, hace bastantes años. Y hoy, Domingo de Ramos, renace en mi consciencia ese sentimiento y mi lealtad a él haciéndome sentir que me hallo a las puertas de Jerusalem, en medio del gentío que cree reconocerle como “alguien” del pasado… Y me veo allí, diminuto, respondiéndole como si le tuviese a mi lado: “Yo digo que tú eres Yeshuah, la Presencia viva de Dios hecho hombre, la Luz del Mundo,  el rostro compasivo de Dios y mil cosas más…; yo digo que tú eres lo mejor que le ha sucedido a la Humanidad desde que existe el Mundo. Y  que no me iré de ti jamás.

Félix Gracia (10 Abril 2022. Feliz cumpleaños. Contigo, querida Carmen-Blanca)

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