Transcripción literal del audio:

Cada situación real que aparenta estar consolidada, es en verdad una sugerencia o invitación al ejercicio de tu voluntad; a que alijas cuál de los dos caminos potencialmente contenidos en ella quieres transitar, si el de la elevación o el del abismo. La misma situación, cualquiera que sea su forma, puede servir a tu propósito de liberación o, por el contrario, reafirmarte aún más en tu estado condicionado, según cual sea el juicio que establezcas sobre ella; según la orientación que le des.

Tu vieja visión materializada puede hacerte dudar de la certeza de esta afirmación y de tu poder creador, cuando tan a menudo y a pesar de tus sinceros esfuerzos la realidad surgida de ti difiere tanto de tus nobles deseos. Quisieras responder bondadosamente ante una situación concreta, reaccionar conforme a tus elevados ideales y, sin embargo, te ves arrastrado hacia la negatividad, la ira, el reproche, la venganza… quisieras caminar hacia la derecha, pero una fuerza incontrolable que vive en ti te obliga a hacerlo hacia el otro lado; como si en ti existiera agazapado un tiránico ser que impone su torcida voluntad a la tuya. Quieres hacer el bien; testimoniar la armonía que guarda tu alma; derramar el amor que te inunda…, y lo que sale de ti es una respuesta que te llena de tristeza. Y lloras de impotencia, y te desgarras. ¿Cómo ver, entonces, tu poder creador? ¿Cómo accionar tu potestad creadora en la dirección que satisface tus anhelos?

Recuerda tu punto de partida llamado estado condicionado del alma. Recuerda tu falta de libertad, traducida en términos de inclinación natural hacia una manera de actuar; en hábitos convertidos en ley gracias a su incesante repetición a través de milenios de experiencia humana. Recuerda que el pasado vive en ti; que en tu alma están registrados ancestrales hábitos convertidos hoy en tendencias espontáneas y naturales tuyas. Recuerda que tú eres el eslabón presente de una infinita cadena, el testimonio viviente de infinitos impulsos de vida manifestados antes que tú… Recuerda todo ello y comprenderás que junto a tu deseo presente de liberación, coexiste la tendencia natural a repetir los viejos hábitos heredados; que en ti se encuentra la semilla del futuro liberador, sembrada en las tierras del pasado ancestral.

Así, cada situación real que se presente en tu vida cotidiana, reproduce ante ti esa dualidad. Los dos caminos antes mencionados son la metáfora de tu estado interno, de tu potencialidad. Pero has de saber que, existiendo ambos ante ti, uno –el que señala lo nuevo, la liberación– es apenas incipiente, mientras que el otro –el habitual– acrisolado por milenios de repetición, es el camino de fácil acceso y recorrido. Por ello, ante una situación concreta, tu alma, movida por los más profundos anhelos querría movilizar su voluntad hacia la manifestación de su propia pureza…, pero los viejos hábitos, el estado de condicionamiento que pesa sobre ella, atraerá hacia sí esa voluntad para mantenerse gracias a su energía, para seguir siendo. No hay perversión en ello, pues esa es su naturaleza. Esa es la Ley.

Y su fuerza es tal; su poder –fruto de la acción repetida por el hombre desde que existe encarnado– es tan grande, que el alma resulta prácticamente succionada por él hacia la experiencia; atraída hacia el camino de siempre, donde pesa la condición sobre el alma y los viejos hábitos humanos generadores de sufrimiento y anuladores de la paz. Existen dos caminos, sí; pero uno hay que hacerlo, mientras que el otro es una especie de tobogán de fácil deslizamiento y muy difícil parada.

Reconoce, pues, que cada situación presente en tu vida cotidiana es una invitación a tu acción, a la movilización de tu voluntad hacia uno u otro sentido. Pero recuerda que esa sugerencia te llega estando ya situado en lo alto del tobogán y sintiendo sobre ti la atracción del abismo y, a menudo, cuando ya estás deslizándote por él atrapado en el vértigo de incontroladas emociones. Así es tu estado natural y, desde él, lo fácil es dejarse arrastrar haciendo lo que siempre has hecho, lo que ya sabes hacer gracias a que heredaste esa sabiduría y a tu práctica posterior. Y ante esa realidad, recuerda igualmente que si inicias el descenso no podrás detenerte hasta llegar al final.

Todo se dirime en un instante sin tiempo nacido de tu voluntad. Hasta que ese instante es creado, todo es posible aún, todo sigue siendo potencial; pero cuando das el primer paso, cuando tu voluntad se dé cuenta, cuando eliges…, has puesto en marcha un proceso que tiende a hacer real lo elegido, cualquiera que sea su naturaleza. En consecuencia, si tu deseo es no caer más, no des lugar al inicio de la caída; no dirijas tu energía hacia ella; no muevas tu voluntad en su dirección. Contén tu impulso, tu vértigo. Mantente firme en el punto de luz que ya has alcanzado, viendo los dos caminos. Contempla la situación desde fuera de ti, y ¡aguanta! Aguanta con tu conciencia despierta, que es el freno del tobogán y del tiempo. ¡Mantente! El tiempo se detiene hasta que movilices tu voluntad y des orientación o sentido a la experiencia; hasta que tú determines a qué propósito sirve: si a tu elevación o a tu hundimiento. ¿Qué es difícil aguantar? ¡Naturalmente que sí! ¿O acaso no has comprendido el alcance de tu obra, que estás propiciando el nacimiento de nuevos hábitos frente al dominio de los existentes, o de un mundo nuevo? Sí, tu empresa es titánica, en verdad; pero para eso has despertado.

Si a pesar de todo caes una vez más por el tobogán, no te aflijas. Tu reiterada caída no es la evidencia de tu imposibilidad o tu pecado, sino la de tu fuerte compromiso con el mundo. Ve en ello la firmeza de tu decisión al hacerte del mundo y la materia, limitándote, siendo que eres ilimitado. Mírate con ojos benevolentes y ámate como eres, pues en ti se cumple siempre el Plan de Dios. Unas veces porque te elevas y otras porque caes, pero siempre porque lo buscas a Él.

Félix Gracia (libro: Escalera al Cielo)

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