En recuerdo del niño de entonces…, que aún vive en nosotros.
Queridos Reyes Magos:
Hace tanto, tanto tiempo, que ya no recuerdo cuándo os escribí la última vez. Hasta ese día, cada año os envié mi confiada petición.
Recuerdo mi despertar a aquella mañana, y el balcón de mi casa donde aún somnoliento me conducía la mano de mi madre. Recuerdo mis pequeñas botas que la noche de antes depositaba en él; el maíz para vuestros camellos, y el agua… Recuerdo mi sueño expectante, mi impaciencia.
Recuerdo ruidos inexistentes, roces sobre el cristal de la ventana que yo atribuía a vuestros manejos y, ¡por fin!, el despertar y la sorpresa: el encuentro con los esperados regalos. El júbilo. El asombro. La alegría de todos. El milagro…
Pero un día, no sé cómo, se rompió el encanto. Cambiaron los vientos y surgió la decepción. ¡No era vuestra la mano que se alzaba hasta el balcón de mis sueños para depositar el ansiado juguete, ni vuestros camellos habían visitado jamás mi pueblo, ni recorrido mi calle, ni comido aquel maíz que para ellos dejara…!
¡ “Ya eres mayor -me dijeron- y debes saber que los Reyes Magos no existen, que los regalos proceden de tus padres, familiares o amigos! Que lo otro es fantasía”.
Y dejé de escribiros. Y me puse triste. Y os olvidé.
Mas hoy, cuando pasados años mis ojos se han abierto a la vida, vuelvo a escribiros esta carta que ya no es de petición, sino de reconocimiento y gratitud.
Hoy quiero deciros que os he descubierto, y que sé de dónde venís y cuál es vuestro Reino. Hoy quiero deciros que veo en vosotros el símbolo de la abundancia; del Estado Providencial de la existencia que atiende nuestra necesidad, nuestra petición y nuestra búsqueda. Hoy quiero deciros que vuestro mejor regalo no fue ninguno de aquellos que dejasteis en mi balcón, sino el estado de confianza en lo sobrenatural que sembrasteis en mi alma.
Hoy quiero deciros que al descubrir que eran otras personas -y no vosotros- quienes trajeron mis regalos, no se desvanece mi ilusión ni mi confianza, sino que se clarifican hasta entender que los demás, la gente con quien comparto la vida y la experiencia, son portadores de los dones del Cielo que anhelo; la oportunidad maravillosa para que yo establezca en mí la realidad deseada.
Hoy quiero deciros que sé dónde está el Reino de la Fantasía donde existís y cuál es vuestra casa, pues he comprendido que no se trata de ningún país de éste o cualquier planeta, sino de ese rincón del alma, como un sagrario, donde se guarda nuestro sello de identidad.
Gracias por haber inspirado mis sueños de niño, de entonces y de ahora, porque así me siento más cerca del Reino de los Cielos.
Adiós, queridos amigos.
Todos los días son o pueden ser día de Reyes Magos. Unas veces porque alguien lo es para ti y otras porque tu lo eres para ellos.
Con mi fraternal abrazo para todos. Gracias por escucharme.