“No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la Tierra, ni del Cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees”
(Discurso sobre la dignidad del Hombre, de Giovanni Pico della Mirandola. Siglo XV)
Hoy es día de mi cumpleaños, y esto es una confesión.
Una confesión sin penitencia, pues no hay pecado en la creación del Hombre que nace de la voluntad de Dios, sino consciencia del Encuentro y de lo hallado, en un viaje que termina y comienza en cada instante de la vida. Y ésta, la vida, es larga medida en el hoy.
Siempre me supe extraño, como de otro mundo. O de otro tiempo, venido a este por algo que hacer: un gesto quizá… Pequeño pero necesario. Así que no he hecho otra cosa que buscarme aún cuando yo creía que buscaba otra cosa…, y aún si a ese algo le llamé Dios mientras creía que éramos dos, y no el mismo.
Mucho caminar, con pasos torpes a menudo, y ojos abiertos siempre. Y una sed insaciable que me ha hecho beber el agua de tantas fuentes… Desde los Upanishads, el Bhagabad Gita o el Tao Te King de Oriente adonde me condujeron los primeros pasos como respuesta a mi necesidad de “orientación” y sentido, hasta el retorno a las culturas mediterráneas donde convivieron la mística hebrea y el racionalismo griego; los profetas, los sabios tanaítas, los presocráticos y neoplatónicos…, y el Ishvara por antonomasia llamado Jesús: aquel que sintetizó la vida humana en una sola y redentora metáfora conocida con el nombre de “Parábola del Hijo Pródigo”, de incalculable valor…
Hoy es día del cumpleaños, el más personal e íntimo tal vez de todo el calendario, que compartimos con los seres queridos…, que comparto con vosotros.
Acudo, pues, a esa cita silenciosa conmigo mismo a la que estáis invitados, presto a recibir lo que del alma aflore. Y el alma resucita en mí el espíritu encarnado por un joven investido de un sentimiento humanista puro, de una grandeza humana que no habíamos vuelto a ver desde que los tanaítas hebreos y el propio Jesús dignificaron al Hombre y sembraron de esperanza la Tierra afirmando el “humanismo innato” de Dios.
Se llamó, se llama: Giovanni Pico della Mirandola, nacido el año 1463 y fallecido a la edad de treinta y un años…, dicen que envenenado. Pero a todas luces “maldecido” por la iglesia católica de la época, que le declaró hereje por sus ideas y le mandó encarcelar.
No voy a contar su historia, a la que cualquier interesado en ella puede acceder. Solo decir dos cosas: la primera, que a la edad de 23 años organizó lo que hoy llamaríamos una “Cumbre Internacional” de sabios y personas ilustres representativas de todas las visiones filosóficas y religiosas del mundo con el objeto de hallar los puntos en común y el reforzamiento mutuo o de la Humanidad, en los albores del Renacimiento. Y segunda, en la que me detengo por mil razones que se resumen en: porque lo siento y vivo así, como una fuerza sacramental aún desde antes de conocerle a él (quizá porque ambos hemos bebido de las mismas fuentes) es el mensaje contenido en su discurso de presentación del mencionado evento, conocido como: “Discurso sobre la dignidad del Hombre”, que merece un monumento en los cuatro puntos cardinales de la Tierra.
Dice el mencionado discurso que, habiendo ya creado Dios a todos los seres del Universo, no halló entre ellos un modelo adecuado a su idea del Hombre, pues ninguno se ajustaba a su nivel… Dudó Dios un instante y, finalmente, le habló al Adam recién concebido en estos términos:
"No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la Tierra, ni del Cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos”.
Corría el año 1486, cuando estas palabras fueron dichas y muy pronto acalladas…
Moraleja: “Seas como seas, hagas lo que hagas y estés donde estés; en la alegría o en la desgracia, YO-Dios estaré siempre contigo, pues me quedo a vivir en ti”.
Sí, amigos…, “humanismo innato” de Dios, que hace del Mundo un Hogar y de la Humanidad una Familia donde cabemos todos.
Otra vida es posible. Y con esta confianza y este sentimiento, soplo la vela del cumpleaños…
Félix Gracia, 25 de Noviembre 2021