“Piensa que en ti está el futuro, y afronta la tarea con orgullo y sin miedo” (Walt Whitman)
Por responsabilidad hacia las nuevas generaciones, por respeto a nuestros antepasados que soñaron un mundo mejor, por dignidad y por sentido del deber de los que estamos aquí, alzo la voz para hablar de esta realidad nuestra que cuesta ver; de esta realidad obviada.
Los seres humanos llevamos siglos empeñados en “tener razón”, como base y motivación esencial en la vida y, de pronto, nos descubrimos radicalizados y extremistas: cargados de razones que nos confrontan al otro hasta la enemistad y la lucha, pero faltos de compasión. “Cojos”, no de un pie, sino del Alma.
Hemos vivido mucho con el cerebro, que interpreta, juzga, divide y separa; y poco o nada con el corazón, que concilia, comprende y acerca. Hemos normalizado la violencia, la destrucción, la injusticia... la muerte. Y ahora que los síntomas nos señalan como enfermos y muestran nuestras debilidades y errores, culpamos a un virus y emprendemos una cruzada contra él; eludiendo así afrontar la raíz fundamental del asunto, que es nuestra manera de ser y de vivir como ciegos egoístas.
¡Alto! Paremos el reloj y abramos los ojos. Es hora ya de poner fin a muchas cosas. Y de pensar en los que han de sucedernos. Y de cambiar. Sí, de cambiar...
¿Qué futuro aguarda a esta Humanidad egocéntrica, ciega y dormida? Por el momento más de lo mismo, al menos en el corto plazo. Porque el dolor, aunque indeseable, tiene un efecto paliativo(casi redentor) en nuestra mentalidad, pues creemos poder “comprar” con él un bien futuro o compensar alguna culpa... ¿Cómo, pues, prescindir del dolor si lo hemos convertido en moneda?
Con esta premisa, entre otras, hemos evolucionado hasta configurar esta sociedad egocéntrica y sufriente de hoy. Pero somos más, mucho más. Porque somos portadores de un ilimitado potencial de RENOVACIÓN y de CREATIVIDAD, que nos anima a concebir como futuro auténticamente posible (y a realizarlo) aquél otro anunciado; aquel “mundonuevo” idílico de la profecía, que nace del cambio personal; de la Teshuvah, dela radical conversión que orienta nuestra vida hacia el otro y LO HACE SINRAZONES. Lo hace por sentido de pertenencia, por fraternidad, por instinto de raza y familia, por Dharma o deber moral. Por Compasión.
Hemos recorrido un largo camino, y ya no miro atrás, a lo que hemos sido. Me siento llamado por el porvenir y asumo que en mí y en nosotros está el futuro... Quiero ser y sentirme miembro de la “generación bisagra” que supo y quiso abrir la puerta de un mundo nuevo; parte del colectivo humano que asumió como propio el anhelo de nuestros antepasados e hizo de puente solidario entre esta Era de Piscis que termina, y ese otro mundo anunciado. Que no es otro Planeta ni otro lugar, sino otra manera de vivir en este; otra manera de ser que llamamos “hombre nuevo”.
Y es ese “hombre nuevo” nacido, quien hace “nuevo” al mundo en el cual está. Y no al revés. Él inspiró la profecía, y en él está el futuro.
En ese “ÉL”, cabemos todos.
Félix Gracia (Junio 2020)