Crónica de una transformación pendiente
“Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo”. (Walt Whitman, Poeta)
No es nostalgia. Es ánimo vivo, ese algo que perdura indeleble en el alma, siempre joven, aún si uno va cumpliendo años en todo lo demás.
Así pues, aunque octogenario en el resto de asuntos, sigo siendo el joven de aquella generación nombrada luego “la del Mayo del 68” que tuvo ocasión de protagonizar la tal vez más llamativa de las revoluciones mundiales en las que no se reivindicaba algo material o concreto o siquiera un derecho. La del Mayo del 68 fue una afirmación de valores, una revolución cultural nacida de la semilla que supuso la llamada Era Axial en el milenio anterior a Cristo; una revolución de la conciencia, psicológica, ética, de cambio de mentalidad, y de manera de vivir sobre la base de nuevos principios, como el otorgar visibilidad a desigualdades sociales tales como las de raza o género, o las nuevas y necesarias perspectivas de desarrollo de la mujer y de asuntos como la ecología; un grito nacido de las entrañas humanas que aglutinó a colectivos variados, de estudiantes, obreros, jóvenes y ancianos de diferentes países, en favor de una nueva manera de vivir más simple, justa, solidaria y libre, que se ajustaba al principio de “consumir menos y repartir más, para que llegue a más personas y vivir mejor”; y antesala de otra revolución por llegar. Se la llamó “revolución hippy” aun si la inmensa mayoría de sus seguidores no lo era, sino por coincidencia en el tiempo y el estar influenciados por el mismo “zeit-geist”, o elemento inspirador de la época, como una consigna que flota en el ambiente y es captada por el colectivo y convertida en acción.
Han transcurrido cincuenta y cinco años desde entonces, según el calendario oficial. Pero según otro menos conocido que mide procesos de la consciencia, personal y colectiva, nos hallamos en aquel mismo punto; es decir, sensibilizados por el mismo “zeit-geist” y movidos de nuevo a una acción en línea con aquélla y por tanto un avance o progreso.
¿Cuál es ese otro “calendario” o elemento de cálculo al que aludo?
Bien: una breve explicación. En primer lugar, recordemos que la Evolución/Creación es un proceso de cambio continuo y de aumento de la complejidad que no se desarrolla de forma lineal ni homogénea, sino como describiendo una espiral hacia arriba, de tal manera que, periódicamente, se vuelve a pasar por puntos o momentos de la evolución anteriores, pero no al mismo nivel, sino desde un plano superior; es decir, habiendo crecido en complejidad y, por tanto, no siendo ya los mismos, sino evolucionados, más complejos y más capaces ¿Comprendes? Podemos visualizar esa espiral en torno a un eje vertical, que ayudará a entender.
De ese modo, periódicamente, y gracias a dicho movimiento cíclico, volvemos a pasar por algún momento o situación idéntico o muy parecido a algo ya vivido y a reconectarnos con la motivación de entonces, para desde esa motivación reemprender otra fase de la misma naturaleza y motivación que la primera, aunque más amplia o más compleja; mayor o más elevada.
Esto es, sencillamente, a lo que nos enfrentamos y que se acentuará de manera precisa iniciado el próximo verano de este mismo año 2023: la coincidencia del “zeit-geist”, concediéndonos así la oportunidad de hacer ahora, algo que estando en línea con la motivación de aquel Mayo del 68, suponga un valioso añadido, fruto de una mayor consciencia humana y de nuevos recursos ante la misma “movida” interna de antaño, que en la actualidad hemos definido con diferentes nombres, ninguno reclamativo, sino alusivos todos ellos a un ideal de vida nueva, como estos: “Cambio de Paradigma Mundial”, para algunos; cambio de Era de Piscis a Era de Acuario, para otros; Transición Ecológica, para algunos más; Fin del Patriarcado; y finalmente, Mundo Nuevo y Vida Nueva, más solidaria, pacífica y justa.
Ideales de vida establecidos sobre la base de nuevos valores, para ser experimentados en este planeta que habitamos y compartimos. Una oportunidad, por tanto, de dar vida al Noé post Diluvio que llevamos dentro y que tiene asignada la gestión de esa Vida Nueva. Pero también una prueba que mide nuestra solvencia ética. Un examen, en el que nos jugamos todo. Supervivencia incluida.
Si, incluida la supervivencia, dado el nivel de deterioro ambiental alcanzado y la deriva moral que arrastra nuestras vidas. Por tanto, oportunidad clara para establecer un necesario y urgente ordenamiento en la Tierra al que apuntan los anteriormente señalados ideales; de llenarla de vida próspera, saludable y feliz como la concebida por Dios y encomendada a Noé tras el Diluvio. Y una segunda o quizá definitiva oportunidad de crear un Mundo amistoso y familiar donde todos sus miembros sean valiosos, atendidos, reconocidos y amados..
¿Es posible realizar cuanto acabo de exponer, o ese mundo idílico? Absolutamente, me respondo a mí mismo sin titubeo, pues dicho futuro ya existe y por tanto es susceptible de ser realizado, hecho real, o creado. Otra cosa es cómo lograrlo, pues no existe solo, sino que comparte existencia (podría decirse que compite) con incontables futuros más, igualmente posibles. La dificultad, pues, radica en conseguir que prospere el elegido, el que uno quiere, y eso no es fruto del azar ni del capricho de dioses, sino del propósito firme de la persona en conseguirlo como ya he comentado en artículos anteriores (véase, p.e. “¿Existe lo que no se ve?)
Tarea por delante, en consecuencia: viaje…y camino. Experiencia que requiere de muchas más indicaciones de las que caben en un sencillo artículo como este, que solo aspira a facilitar una toma de conciencia.
No obstante, quiero dejar claro que no renuncio a insistir en esta temática a través de más artículos u otros medios. Así como también me complace recordar a quienes estén interesados, que este viaje, que es el viaje de la vida, está presente en toda mi obra docente y literaria y en particular en estos dos libros: “Escalera al Cielo” y “En el nombre del Hijo”.
Pero todo viaje, por largo que sea, comienza con un primer paso al que seguirán otros después. Así que, hoy, tiro de aquella joven inquietud que ha inspirado este artículo, de aquel sentimiento a favor de una vida sencilla, justa y compasiva; que es negado explícitamente por el todavía vigente criterio político-social que sirve para medir la calidad de la vida y la prosperidad humana: el PIB (o Producto Interior Bruto) que contiene la consigna tácita de que: a mayor producción y consumo de bienes materiales, más calidad de vida se obtiene. Dogma social y falacia suprema que subordina la prosperidad humana al consumo y la producción ilimitados al propio tiempo que se ignora o descuida la vida metafísica, la creatividad, el descanso, la amistad, el placer la salud, la justicia o la paz…por citar algunos de una larga relación de bienes inmateriales, necesarios e irrenunciables.
Situación a la que hay que añadir el hecho de que no toda la población mundial tiene siquiera garantizado el mínimo para la supervivencia física, ni dispone de igualdad de oportunidades y medios, desproporción que da lugar a esta realidad social consumada: Privilegios para algunos y miseria normalizada para los demás, marginados y desheredados por innecesarios. Ese es el resumen, sin eufemismos ni disfraces caritativos. Como una espina clavada en el alma, salvo que te hagas de piedra para no sentir.
Innecesarios, sobrantes, e incluso molestos. (¡Por Dios…!) Actitud vergonzosa e inmoral que conlleva de facto la exclusión afectiva y la indiferencia respecto a los desheredados, que es una manera lenta de conducirlos a la muerte sin que tan hipócrita moral provoque remordimiento en el colectivo de privilegiados egoístas y reivindicativos de bienes para sí mismos, que jamás han sentido el Mayo del 68. Aquel episodio, real y simbólico y algo naïf, quizá, por aquello de ser la avanzadilla inexperta de una época que hoy, por fin, nos resuena como “llegado el momento”, e impostergable: el AHORA O NUNCA de la gran transformación del mundo presente en otro justo, equilibrado, responsable, cuidadoso, solidario y compasivo; como un entorno familiar bien avenido entre sus miembros y con la tierra que ocupan, tutelados por un “padre/madre bueno”, que es un nombre y una adecuada metáfora de nuestros valores intrínsecos y dignidad como seres humanos.
Y aquí estamos; aquí me siento llegado. Conmovido y consciente mientras suenan en mis oídos las palabras del que fue llamado “poeta de los Hippys”, tan recordado y cercano… “Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo”.
Y respondo como Isaías, con el:“Heme aquí”, de corazón. Miro en los adentros del Alma, refugio de un código ético inviolable, sagrado y eterno, y elijo afirmarme en este primer paso inspirado en la compasión y el Ahimsa, tan puros y necesarios: “cuidaré de mí y de cuanto la Vida ponga bajo mi protección. Y cada día celebraré que la Vida, toda, sucede en el corazón de Dios”.
Por ello, para ello: “Heme aquí”.
Félix Gracia (Mayo 2023)