"Se os abrirán los ojos y seréis como dioses; conocedores del bien y del mal” (Gén 1)
Vengo de publicar días atrás un artículo sobre la dignidad humana, que afirma dicho valor intrínseco o cualidad, en el hecho de haber sido creados así; es decir, porque somos hechos a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto de su misma naturaleza, según reza el conocido texto bíblico: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…” En consecuencia, el Hombre, mujer o varón, es digno por Naturaleza y voluntad de Dios.
Dicha dignidad, lleva pareja un nuevo atributo al cual dedico mi reflexión de ahora, y que figura ya en el encabezamiento del artículo: “Se os abrirán los ojos (Dice Yahveh a Eva y Adam, una vez creados) y seréis como dioses; conocedores del bien y del mal”.
Un atributo, digo, una cualidad o aspecto atribuido a los dioses, pero no Su identidad, no lo que ES Dios, que incluye muchos más aspectos. Hasta infinitos, incluso, sin que ninguno de ellos lo limite. En el sentir de la humanidad de todos los tiempos, Dios no lo ES por ser conocedor del Bien y del Mal, sino por ser la Causa Original de todo cuanto existe: el Creador o Fuente de la que emana el Universo con todo lo contenido en él, y sostenedor del mismo. Por tanto, el mencionado atributo relacionado con la capacidad de distinguir o diferenciar los elementos de un conjunto al que hemos denominado discernimiento, hay que entenderlo como una cualidad al servicio de Dios necesaria para el cumplimiento de su función que es CREAR, y cuidar lo creado. El matiz resulta fundamental en este momento en que nos contemplamos ante el relato de nuestra creación como seres humanos, conforme a las palabras del Génesis, que ya no se limitan al “seréis como dioses; conocedores del Bien y del Mal”; es decir: con este don o capacidad, como el que tiene un título indicativo de una capacitación funcional colgado de la pared de su casa, sino que de manera tácita se extiende alertándonos de su aplicación o utilidad, que es: CREAR. En consecuencia, “Ser como dioses”, es: ser creadores de la realidad, definitivamente. Para cuya función se precisa un primer requisito ya identificado, llamado discernimiento…, aunque no solo. No basta con saber diferenciar, que implica categorizar en términos morales y éticos y no en base a la apariencia, sino decidir: tomar partido además, elegir qué se quiere crear y comprometerse en llevarlo a cabo, haciendo de ello un propósito, y no un simple deseo. Enamorarte de tu sueño y no cejar en tu empeño: como si te fuese la vida en ello. O quizá porque es así, que lo que hay en juego es la Vida, tuya y de los demás. Que eres y que somos creadores, en verdad… ¿De qué…? Pues de nuestra vida y realidad cotidiana, personal y colectiva, porque unidas van. Esa es la apuesta de los dioses en favor del ser humano, del Dios en el que tú crees; el Don que nos ha sido concedido. Y nuestra, dignidad.
En conjunto y por separado, el Ser Humano es el sueño y el propósito de Dios. Su Obra, magnífica. Y su habitáculo.
Estoy hablando del Discernimiento, sí; del cromosoma metafísico que nos vincula al cielo y a la tierra, el Gen divino por antonomasia, que nos hace ser Espíritu y Materia, ensueño y realidad tangible…Viviente, y Persona. A veces lúcida y gozosa, y otras maltrecha. Humanos, al fin. Humanos hoy alertados ante el relato bíblico que habla de nosotros, de la vida que comienza y de nuestro devenir posible en ella, estructurada y compleja, en contraste con nuestra bisoñez. Prestos a descubrir que la vida oscila entre dos extremos: el Bien y el Mal, como categorías que engloban experiencias por vivir, polarizadas, al estilo de alegría, salud, paz y un largo etcétera, acompañadas de sus opuestos: tristeza, enfermedad, y guerra, todas ellas ineludibles; compañeras inseparables de las primeras como las caras de una moneda. Equivalente a decir, que la vida humana, es como una moneda; en una de cuyas caras está el Bien o lo bueno, y en la opuesta, el Mal o lo malo, pero que la experiencia de lo uno o lo otro no es casual ni fruto del azar, sino consecuencia de la acción de uno mismo a modo de siembra a la que sucederá la consiguiente cosecha, idéntica a lo sembrado . Y que vivir, es transitar entre ambos extremos, presentirlos, conocerlos y diferenciarlos, que eso es discernir para poder optar, eligiendo entre ambas opciones aquella que quieres hacer realidad, o CREAR y cuidar de ella. Porque esa es función de Dios y por tanto tuya, en lo cotidiano y pequeño y en lo grande o mayor, pues todo tiene su momento. Y todo momento es una cita con el destino que viaja con nosotros.
Sí, estoy hablando del don del Discernimiento, una Gracia divina que faculta al hombre para intervenir en favor del BIEN, y a mí me sirve de tarjeta de presentación de un célebre científico y humanista de nuestros días, que hace profesión del señalado don, en un contexto evolutivo de alto riesgo ante el inmediato futuro relacionado con la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA). Se trata de ALFONSO VALENCIA, Biólogo, Director del Barcelona Supercomputing Center y Centro Nacional de Supercoputación (BSC-CNS) de la Universidad Politécnica de Cataluña. Conócelo, es mi recomendación. Accede a OIKOSFERA y a sus comentarios pinchando AQUÍ.
Félix Gracia (Noviembre 2023)