Las tres regiones superiores del Mundo Astral (5ª, 6ª y 7ª) constituyen el Cielo. O mejor dicho, una porción de cielo, porque este se extiende hacia otras dimensiones del Mundo de la Mente, que por su complejidad merece capítulo aparte y será tratado en la siguiente y última publicación (Parte 4 y final del Tema)

El ser que asciende al Mundo Astral puede transitar rápidamente por sus regiones bajas o incluso no necesitar el acercamiento a alguna de ellas. Pero, en cambio. Existe un punto final, una meta obligada seguida de una dilatada estancia en ella, que es EL CIELO, y todos, todos, hemos de acabar allí porque así lo establece la Evolución -o Creación continua- Un Destino humano fijo, por tanto, como una Gracia, una bendición y una muestra de Amor de la que no somos conscientes. Una revelación de la  verdad que nos torna bienaventurados y no “hijos del pecado” como se nos ha inculcado y hemos creído; todo lo cual evidencia nuestra ignorancia y el hecho real de que vivimos atrapados en una ficción que nos recuerda la conocida “Alegoría de la Caverna” expuesta por el filósofo Platón cuatro siglos antes de Cristo; una falsa creencia social  que condiciona negativamente nuestra existencia. En cambio, y a diferencia de la citada  dinámica, asegurada y fija, no todos hemos de pasar por la Zona Purgatorial ya comentada, cuyo tránsito depende exclusivamente del quehacer humano en particular, de lo sembrado por él y de lo que deviene obligado a recoger, según fue  descrito en la publicación  anterior.

Seguimos pues el camino del Cielo. El Ser, emergido definitivamente de su infierno, vuelve a presenciar la película de su vida, pero esta vez, las imágenes y las sensaciones corresponden a todo lo noble y bello realizado y que hiciera sentir a los demás, como también ha quedado expuesto. Pues bien, esta nueva visión supone el acceso a las regiones celestiales, cuyo umbral franqueará el Ser, asistido por un “artificial” sublime denominado Ángel Custodio.

Las regiones celestes son las de la Luz. En ellas no existe la obscuridad porque la materia que lo forma es transparente y permite ser atravesada por los rayos solares. Esa misma materia es absolutamente moldeable a impulsos de la voluntad, de manera que los que allí acceden, pueden concebir las formas y colores más insospechados que se convierten en realidad con solo desearlo… Allí, los pintores hallarán los colores más sublimes con los que pintar cuadros jamás pintados, los músicos percibirán las notas más puras y construirán los más perfectos oídos. Pero nada, nada de eso es comparable a la impresión que produce sentir la PRESENCIA de la Divinidad, sentirse auténticamente habitado por Ella. Ese indescriptible impacto provoca en el Espíritu el inefable sentimiento de integración cósmica, la sensación de formar parte del cuerpo invisible del Creador, el estado de plenitud de ser pieza del cuerpo universal… No hay palabras para explicar las sensaciones que provoca ese éxtasis, solo vislumbrado en la Tierra por algunos místicos. Mas, nada permanece ocioso en un Universo en marcha y, aunque el ser vivirá un largo periodo en el cielo, estará ocupado en tareas específicas como la prefiguración del porvenir, tanto individual como  colectivo -o de la humanidad- porque todo lo que anhelamos hoy será, o puede ser,  una realidad mañana. Esa es la Ley. Por ello, en la medida en que anhelamos, estamos prefigurando el porvenir. Mientras vivimos  en el mundo físico, las imágenes del porvenir quedan  ensombrecidas y polucionadas por las ambiciones humanas, pero cuando habitamos en el espacio celestial, el porvenir que anhelamos es el que se ajusta a la idea del Creador del Universo, sin mácula. Por ello, las personas que en vida se esfuerzan por crear un porvenir más noble para la humanidad están realizando aquí un trabajo específico del Cielo. Y bien podemos decir de ellas que “mueven el mundo” hacia su fin previsto o Cielo, que en nuestra tradición se denomina Reino de los Cielos, entendido ya como no escatológico, sino real y definitivamente asentado en el Planeta Tierra…, aquél que fuese  anunciado con el nombre de  Paraíso Terrenal, realizable al fin. En estas regiones, el Ser convive con los ángeles y recibe de ellos  asistencia y enseñanzas.

¿Quién anda ahí?

Hablamos del Mundo Astral y sus diferentes niveles como dimensiones que el ser humano transita después de la muerte física, pero eso no significa que aquél sea un mundo deshabitado diseñado para acoger en su soledad al fallecido. La religión, en base a una simplificación excesiva, identifica a dos categorías de entidades  habitantes habituales de ese mundo: los ángeles y santos por un lado, y los demonios por otro. Pero el asunto no es tan simple si nos atenemos a  la otra ciencia, donde la organización “social” de aquel mundo se intuye extremadamente compleja e inaccesible para el ser humano común. Podemos, no obstante, aproximarnos a la realidad observando lo más esencial de su enseñanza.

La Zona Purgatorial  -recordemos que comprende las tres regiones inferiores del Mundo Astral incluido el Infierno- es la sede natural de los luciferianos; es decir, de aquellos ángeles que, según las escrituras, se rebelaron y Dios los arrojó al abismo. Y dicen los ocultistas que dichas entidades trabajan para recuperar el rango perdido y, entre sus funciones se encuentra la de ayudar al humano fallecido en la ineludible tarea de asumir sobre sí las energías infernales creadas por él durante su vida física -lo que comúnmente llamamos pecados- y que conlleva un determinado tormento como ya ha quedado expuesto anteriormente. Es natural, por tanto, que atribuyamos los sufrimientos infernales a los luciferianos dada su participación en el proceso, pero se comprende después de lo dicho que ellos no son sino meros agentes colaboradores al servicio de una necesidad regeneradora promovida por el propio ser humano, e imputable al mismo.

Otro tipo de habitantes de dicha Zona son los denominados Elementales, llamados así porque, a su vez, constituyen los elementos básicos de la Creación: fuego, aire, agua y tierra. Se trata, pues, de entidades energéticas muy poco evolucionadas que no tienen conciencia de sí mismas y cuya función consiste en ser “material” al servicio de otra entidad superior que las maneje. Los Elementales que habitan en estas bajas regiones del Astral son los utilizados en las prácticas de magia negra.

El ser humano que conoce determinadas claves puede manejarlos a su antojo. Del mismo modo, podemos comprender que los Elementales no producen ninguna acción por sí mismos, como no la produce el cemento sino el albañil.

También existen allí los llamados  Artificiales, que toman ese nombre porque no son entidades vivas en sí, sino fruto de un “artificio”, de creaciones humanas originadas por nuestra naturaleza psíquica, que incluye pensamientos, sentimientos y emociones de todo tipo. Valga como ejemplo este supuesto: cuando el ser humano siente o experimenta un intenso deseo, automáticamente se crea una imagen de dicho deseo en el Mundo Astral y, si tal deseo es repetido o sostenido intensamente, la imagen creada se convierte en permanente y adquiere su particular tipo de vida en ese mundo.  Pues bien, en estas bajas regiones existen aquellos Artificiales o imagen de nuestra personalidad inferior generados por lo más bajo del ser humano, como el odio, la venganza, la lujuria, la codicia y un largo etcétera fácil de imaginar. Tales colectivos actúan como una fuerza impulsora capaz de inspirar las más bajas pasiones en los seres vivos -en los que aún deambulan por el mundo- que se sentirán animados a reproducir tales actos.

Dentro de esa gran variedad de Artificiales posibles, existen dos especialmente característicos en esa Zona que merecen un comentario aparte:

El Guardián del Umbral y el Tentador

En la literatura oculta se conoce al primero de ellos con el nombre de Guardián del Umbral, porque es la primera imagen que aparece ante el fallecido una vez incorporado a la vida en el Astral. El impacto, siempre desagradable, depende de la envergadura del Artificial generado. Un ser humano que hubiese llevado una vida marcada por las bajas pasiones y el enfrentamiento, habrá generado un Artificial monstruoso, fiel reflejo de sus monstruosidades, que le estará esperando tan pronto abra los ojos a la nueva vida.

Puede intuir el lector que aquello que llamamos infierno no es sino el enfrentamiento con los sucesivos artificiales perversos, que reflejan la propia personalidad perversa, el encuentro con una parte del YO: con la parte fruto del error.

El Tentador, por su parte, es la figura de otro Artificial generado exclusivamente por los deseos repetidos por el individuo y que, una vez desarrollado, es capaz de movilizar las energías internas de este en orden a la satisfacción de tales deseos. La literatura popular identifica al diablo  como Tentador, pero ya vemos que su naturaleza es otra.. Ahora bien, como el Artificial Tentador está en la misma zona  de los Luciferianos, es fácil confundirlo con uno de ellos, pero digamos una vez más que los Luciferianos son seres vivos mientras que los Artificiales son creaciones pasajeras del ser humano.

Finalmente, digamos que también son habitantes de esta Zona los seres humanos en sueños.  Aclaremos, no obstante, que el ser humano visita en sueños estas regiones cuando, como consecuencia de un tipo de vida materialista sus impulsos vitales no son elevados. Allí puede tener encuentros con familiares fallecidos recientemente, y tales experiencias no suelen ser reconfortantes.

El panorama cambia radicalmente cuando nos elevamos a las zonas celestiales. Las tres regiones superiores del Mundo Astral constituyen el Cielo y, en consecuencia, la sede de los Ángeles, estructurados en nueve jerarquías o coros: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Principados, Arcángeles y Ángeles. Ellos viven en este mundo de la misma manera que los humanos en la Tierra, y se ocupan de la organización de la vida allí.

También se encuentran en esa región los Elementales, pero a diferencia de los que referíamos al hablar de la Zona Purgatorial, estos son los que pueden ser utilizados para crear armonía, belleza, salud y bienestar. Al igual que aquellos otros, también el hombre puede utilizarlos y hacer auténticos milagros gracias a ellos.

Del mismo modo, existen los Artificiales, pero aquí son el fruto de los deseos sublimes de los hombres, que también inspirarán nobles acciones a los vivos.

El Ángel Custodio

Al igual que existe un Artificial que representa nuestra personalidad inferior y que habita en las regiones bajas del Astral, existe otro sublime que refleja nuestros impulsos más nobles y elevados. Habita en los espacios celestiales junto a los Ángeles y se llama Ángel Custodio. Este Artificial está formado por todo el bien que nuestra actuación produce en los demás, por nuestros más nobles sentimientos y por todo lo bueno que hemos suscitado en los demás. El Ángel Custodio es, en consecuencia,  el compendio de todo lo bueno que hay en nosotros, nuestra parte angelical o nuestra otra mitad. Se llama Ángel no porque lo sea, sino porque habita en el mundo de aquéllos, y Custodio, porque toda la bondad en él contenida moviliza las energías protectoras. La persona que haya desarrollado un potente Ángel Custodio, está realmente protegida contra las energías procedentes de los bajos astrales.

Finalmente, y según el sentir de la ciencia oculta, en los espacios celestiales existen igualmente unas entidades llamadas Espíritus Grupales, los cuales están mucho más avanzados que los humanos y su función es la de promover y controlar la evolución de las diferentes especies animales. A  dichos espacios celestiales o elevadas  regiones,  acceden igualmente las almas de los niños que mueren antes de cumplir los catorce años,  viviendo allí en un auténtico paraíso.

- Félix Gracia

NOTA: Como cierre del tema desarrollado bajo el título “QUÉ NOS ESPERA DESPUÉS DE LA MUERTE según la otra Ciencia”, próximamente será publicada la parte 4 (y última) que aborda el análisis del MUNDO DE LA MENTE inclusivo del más alto CIELO, donde se experimenta El Gran Silencio y la más elevada experiencia Celestial, como culminación de la voluntad del Creador y destino nuestro.

También hallará el lector una breve bibliografía para quienes deseen ampliar su conocimiento.

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