“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino…” (K. Kavafis)
Existen muchos caminos, en verdad, y muy diversos. Pero el camino por antonomasia no es aquel que une dos lugares distantes, sino dos estados del alma. En uno se sitúan la ignorancia y el olvido, y en el otro la consciencia y el renacimiento: la vida plena. Y, en medio del intangible espacio entre ambos, un motivo.
Un motivo…, algo que te empuja como si viniera de atrás. O algo que te llama desde delante como un atractor o imán que te requiere allí. O de ambos, porque quizá sean lo mismo…: ese lugar del alma donde pasado y futuro son secuencias de un único viaje, que es la Vida. Tuya y de otros, diferenciadas entre sí pero con un nexo común que las une y complementa.
Sí amigos, la Vida es un viaje hacia uno mismo a través del “otro”, de “todo lo otro”, personas y circunstancias, siguiendo un guión interno que es proyectado en el exterior de mil maneras a modo de secuencias, como si de una película se tratase.
Y el motivo inspirador del citado guión que llevamos registrado en el Alma desde el nacimiento –y aún desde antes- es nuestra ÍTACA personal. Un propósito de vida y un deber moral que se reafirma con cada latido de nuestro corazón sin que nos demos cuenta de ello. Tal es nuestro bajo nivel de consciencia y nuestra ignorancia, de las que apenas comenzamos a despertar en este presente que nos trae la promesa de una Vida y un Mundo Nuevos posibles, como una brisa de aire fresco renovador de la Tierra.
Días atrás y formando parte de la presentación de importantes novedades en mi página web, escribí que desde el nacimiento, “teníamos grabada en el Alma una cita concertada en un futuro por llegar. Y que tal momento había llegado y, con él, una tarea, un renacimiento, una alegría, una creación y un servicio…” Estaba hablando de nuestra Ítaca, por fin desvelada, consciente y en marcha para quien así lo sienta y decida.
Llegados a este punto y en apoyo de nuestros ánimos, creo oportuno recordar parte de un artículo mío publicado en 2019 bajo el título de “LEVÁNTATE”.
Decía así:
“No temas. No tiemblen tus piernas ante la envergadura de la tarea, pues el viento que hoy sopla no viene para derribarte, sino para tensar tus velas. Abre tus brazos al Cielo, que son tus alas, y confía en tu vuelo; porque no has venido a la vida para sucumbir, sino para ser el nuevo Ícaro que eleva su espíritu hasta alcanzar el Sol.
Hoy sabes que eres de la misma naturaleza de Dios; que existías en Él como potencialidad eterna, sin tiempo, y que desde ese estado te manifestaste sin que por ello te 'salieras' de Dios ni te separases. Hoy sabes que, al igual que este escrito que ahora tienes ante ti estaba y era en mi mente como idea antes de escribirlo y sigue y estando en ella ahora que, escrito ya y aparentemente separado de mí está contigo, también tú, que eras y estabas en la Mente Infinita o Dios antes de venir a la Materia, sigues en Él pese a tu envoltura física que aparenta estar sola y separada. Hoy sabes que te has hecho humano y material sin dejar de ser Espíritu; que el Espíritu es un “estado” de ti y la Materia otro. Y ambos, “estados” de Dios.
Eres, somos, el punto de apoyo de la palanca de la Evolución para levantar al mundo. Y somos millones los conectados a ti.
No temas. No tiemblen, pues, tus piernas aun cuando todo tiemble a tu alrededor; porque todo cuanto veas caer pertenecía al tiempo pasado, mientras que tú has llegado a la vida para configurar un orden nuevo y una nueva Humanidad”.
Este era y es mi sentir en esta “toma del pulso” personal ante la realidad que muestra el convulso presente y cuantas sugerencias acompañan nuestro “viaje” haciendo de nosotros una nueva versión de aquel mítico Ulises, u Odiseo, protagonista central del viaje a Ítaca según la narración de Homero en el siglo VIII a.C. Pero no solo…, pues hay alguien más sin el cual la Odisea –el viaje- no hubiera sido posible.
Sí, queridos compañeros de viaje: alguien más sin el cual no hubiese habido ni puede haber “viaje”. La interpretación histórica más conocida atribuye dicho mérito a la diosa Atenea, hija del todopoderoso Zeus, por su función protectora con Ulises. Pero en mi sentir hay otro “alguien” verdaderamente determinante, porque interpreta el papel de “atractor o imán que te requiere allí” antes mencionado, sin el cual Ulises no habría llegado: se llama Penélope, en el relato clásico. Nombre arquetípico y metáfora de algo que te espera en lo que fue punto de partida de tu viaje, que es tu vida, y es también la meta o punto de llegada; Penélope, sí: nombre humano y apelativo de un AMOR que se hace “eterno” para darte tiempo y asegurar tu regreso. El motivo real en forma de esposa que sostuvo a Ulises. Y el “amante eterno” que sostiene a todos bajo el nombre genérico de Dios, a quien Jesús convirtió en el “Padre Bueno” de la Parábola del Hijo Pródigo (que es la Odisea por antonomasia) y en la Ítaca que subyace latente en toda vida humana, esperándote, cualquiera que sea el nombre o la forma que adopte en la vida personal de cada uno, pues todas son “Penélope”.
En esencia, toda Ítaca contiene un único protagonista, hecho de dos. Y ambos son en nosotros. Por eso…
… la vida es un viaje hacia uno mismo, pues, en verdad, aquello que buscas, o el motivo, es lo mismo que emprendió y realiza el viaje; la meta y el destino.
Félix Gracia (Noviembre 2022)